5- Misioneros y colonos (6)
¿Qué balance para los pueblos de Africa?
¿Qué balance para los pueblos de Africa?
La pregunta de fondo es: ¿En qué fueron beneficiosas esas relaciones Estados/Misión, a veces cordiales y conflictivas, para los países que veían arribaar -casi juntos- ese mundo de ocupantes, tanto misioneros como colonialistas, de diversos lugares?
Ya se sabe que por criba han pasado los gobernantes -más aún desde las descolonizaciones- con algunos comportamientos por intereses nacionales más que por respetar el bien de las poblaciones sus derechos más elementales. Es evidente que los colonizadores se instalaron con frecuencia en los territorios de Africa, como países conquistados sin preocuparse primero de sostenerlos en su evolución hacia la modernidad.
Entonces se puede comprender que para los africanos, "la colonización sigue siendo un mal". "Nadie puede seriamente sostener que colonizar es humanizar, como si, antes de la colonización, el colonizado no era "humano", leemos en una obra reciente (1) y ¿cómo no comprender ese punto de vista?
Pero tal vez estamos "todavía muy próximos del gran movimiento de descolonización para poder juzgar con equidad la colonización"...¿No habría que reconocer que esa "fue una modalidad histórica del encuentro entre los pueblos y las culturas?"...(2)
Sin extraviarse en la controversia o volver a examinar lo bueno o lo mal fundado de esos comportamientos del pasado, lo que interesa aquí es situar, en su verdadero lugar, el esfuerzo de un Agustín Planque y sus maneras de actuar a través de las corrientes que marcaron los comienzos de lo que se denomina hoy, las relaciones Norte-Sur.
Con demasiadoa frecuencia, éstas se limitaron en el pasado, a una política de integración en todos los dominios.
No negaremos -y el Padre Planque no escapa por entero al reproche- que los misioneros no evitaron el riesgo de someter las poblaciones que encontraban a las costumbres de sus propios países, así como a los ritos y liturgia del mundo católico romano y buscar a menudo a "hacer prosélitos", más que a proponer su fe y a testimoniarla con su propia vida. No obstante, en la acción del Superior de las Misiones Africanas, y en las directivas que da a los Padres y a las Hermanas, cierto número de elementos se inscriben contra los juicios demasiado negativos.
En primer lugar, sabemos que siente por los africanos - y eso, desde el momento en que el Padre Borghero llegó a Dahomey- gran interés y benevolencia, y hasta una especie de atención paternal, la del "Anciano" que ayuda a las generaciones jóvenes a administrar su vida. Sus "valientes Negros", como los llama con frecuencia, según las palabras de la época, se convirtieron en sus hijos.
"Estamos allí para ellos", repite a todos.
Entonces, ¿se trata primero de civilizar o de evangelizar?
No parece que Agustín Planque se haya interrogado sobre esos dos momentos de una misma acción, de la cual espera primero, en nombre de Cristo, que sea liberadora. Quiere -y envía a sus misioneros con ese fin- convertir a la gente a la Palabra de Dios, y no a la religión de los colonizadores.
Por otra parte, en el dominio de la fe y de las maneras de vivir, el europeo en Africa, no da siempre el mejor ejemplo, y a menudo plantea a los misioneros, más problemas que sostén, ofreciendo el espectáculo de sus costumbres ligeras, de su egoísmo y de su dejarse estar.
¿Acaso el Padre no temió siempre el contacto de los niños y de las familias africanas con los europeos de la costa, cuyas costumbres no son siempre ejemplares? Aconseja alejarse de ellos: "Cuando más lejos se establezcan de esos lugares de vicios de los europeos o de los americanos, más los frutos de sus trabajos estarán protegidos de la corrupción" (3).
Y si los Hermanos deben manternerse "en paz con los agentes de comercio" u otros funcionarios, que se cuiden de "toda familiaridad o de una gran amistad con ellos".
Menos aún, deben intervenir en los asuntos comerciales o servir de intermediarios. Que muestren gran prudencia para no crear situaciones ambiguas. Se comprende la ventaja importante para la misión, de alejarse de la costa, avanzando hacia el interior al encuentro de la verdadera Africa. Agustín Planque retoma en otros términos, el consejo de Libermann: "Si quiere ser ´Negro con Negros´, despójese de Europa, de sus costumbres y de su espíritu." (4)
- Expresiones tomadas de Francisco Kabalase-Lumbala, "Le christianisme et l´Afrique, une chance réciproque", Edit. Karthala, 1993, pág. 40.
- Cf. "Misión y colonización, un problema ambiguo", reportaje del Sr. René Rémond, en el cuadro de la preparación en Planeta-Misión 1994, Archivos de las Hermanas N.S.A., revista "France-Horizon", n° 56, pág. 7.
- Carta de Planque, al Consejo de la Infancia Misionera en París, 15/2/1863, y otras muchas cartas...
- Cf." Noirs dans le regards des Blancs", op. cit. en n° 116, pág. 382.