La casa estaba ubicada en la calle Royale, la principal avenida de un barrio aristocrático y tranquilo. Según relata el P. Planque, la casa estaba "regulada como un convento." Tanto la dueña de casa como su empleada se preocupaban por el orden y el respeto de los horarios.
Se leía mucho en la casa de la buena tía: el Evangelio, la vida de los Santos, el Martirologio y los Anales de la Propagación de la Fe que habían comenzado a aparecer en 1826 y tenían por objetivo, dar a conocer la obra fundada por Pauline de Jaricot, en Lyon.
La tía se asegúró la colaboración del sacerdote vicario de la parroquia, para iniciar a Agustín en el latín.
Catherine, la empleada doméstica de la tía, enseñó a Agustín a rezar el Padre Nuestro, con todo el corazón.
En la calle Royale, sometido a una disciplina que lo llevaba al dominio de sí, Agustín ya había medido las exigencias a las que se enfrentaría a lo largo del camino que iba a emprender hacia el sacerdocio.
En 1851 ingresa en el Seminario Menor de Cambrai.
Agustín siempre conservará un gran reconocimiento a la tía por la benevolencia que le había prodigado y por el clima de vida cristiana en el que le permitió vivir.
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