1- EL SUCESOR (5)
Señalemos que esa austera espiritualidad concuerda con el pensamiento de los cristianos de su tiempo, entre otras, es la de un San Juan María Vianney o de otros fundadores de Institutos. Existe en ellos, sin duda, restos de un Jansenismo riguroso para el cual la justicia de Dios exige el sacrificio...y no deja mucho lugar para su ternura de Padre...Los caminos que conducen al Calvario no siempre desembocan en el luminoso descubrimiento de la Resurrección.
Nada tan exagerado, sin embargo para el Padre Planque. Por el contrario, la prueba nunca alteró su confianza en el Señor. Dios es pare él un Padre infinitamente cercano y bueno. En todas las etapas de su vida lo encontraremos sostenido por la esperanza, "que es siempre más fuerte que las horas de tristeza", y profundamente seguro de su fe. Pues, la fe, es el verdadero incentivo de su vida...al punto que si debíeramos definir a Agustín con una palabra, "Fe", es la que deberíamos elegir.
Estamos obligados a comprobar que conoció-más que otros, quizás- una vida singularmente difícil. Y tenía razón al escrbir, refieriéndose a la Sociedad y a sí mismo: " Si la prueba es el esllo de las obras de Dios, no podemos negar que desde el mismo instante de nuestro nacimiento, estamos marcados con ese sello" (*1)
No le faltaron ni problemas de salud que lo afectaron desde su juventud, ni sobre todo, la muerte que se lleva a familiares, amigos y cuánto más, a los Padres y Hermanas de las dos Sociedades: golpes muy duros para la amistad que profesaba sinceramente a cada uno y a la Misión de la que eran la esperanza. Supo de las dificultades íntimas, la de los caracteres-como el suyo-y de las incomprensiones, rivalidades o celos. Sin contar tantas oposiciones en el seno mismo de la Sociedad y de parte de aquellos-superiores de Institutos, obispos o responsables-de quienes habría podido esperar colaboración y sustento.
Superó esos obstáculos, sin amargura ni decepción poque tenía un corazón nobre y sin rencor, pero a menudo herido y finalmente, algo endurecido como los que buscan reforzar sus defensas. Sin embargo, Agustín está lejos de ser habitualmente triste o taciturno, pues no carece de humor ni de optimismo. Y si no tiene nada de lo que podría llamarse un hombre alegre, sereno o tranquilo, le gusta que la alegría irradie a su alrededor, la alegría que proviene del equilibrio de la vida, del deber cumplido y del éxito de la obra, de las relaciones verdaderamente fraternas. Quizás hubiese necesitado encontrar en su camino con más frecuencia aún, otros Armando Fava (*2) que, conociéndolo y confiando en él, aconsejándolo o hasta contradiciéndolo, lo hubiesen brindado mayor sostén con la calidez de la comprensión y de la amistad.
*1- Carta de Planque al Sr. Verdelet, 20/3/1867.
*2- Fava es el antiguo condiscípulo de Planque en Cambrai.
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