martes, 11 de noviembre de 2014

DOS HOMBRES...UNA MISION (3)

1- EL ENCUENTRO (3)

Cierto es que Monseñor de Brésillac le lleva una delantera apreciable a Agustín: una diferencia de trece años es para tener en cuenta. pero cuentan aún más, para profundizar la separación entre ellos, los años de residencia que el primero pasó en las Misiones Extranjeras de París y en la India. El obispo conoce muy bien la Misión. Y la experiencia adquirida allí, aunque regresara a Francia habiendo fracasado, mantuvo intacta en él, su resolución de seguir trabajado por ella y fortificó su convicción.

El mismo deseo ha madurado en Agustín, la misma convicción lo posee y los obstáculos que superó para poder llegar a Lyon lo prueban suficientemente. Pero en cuanto a experiencia, comienza verdaderamente de cero. Únicamente sus lecturas y sobre todo los relatos de los otros, sus experiencias de vida y entusiasmo han alimentado su sueño y su decisión. No le cuesta ver en Brésillac a su mayor en edad y hasta a su maestro, resuelto como está a aprovechar sus lecciones, a colaborar con él como un buen "segundo", un auxiliar, eventualmente, un suplente.

En ese otoño de 1856, los encontramos a ambos provenientes de medios muy distintos y de lugares alejados. Por el azar de los acontecimientos, en el que Dios siempre se manifiesta, sus caminos se han cruzado. y ese destino común que los llevará al servicio del Evangelio en Africa, los une estrechamente, más allá de lo que pudieron prever. Esto explica en gran parte la confianza y la estima que se tuvieron desde el primer día. Durante dos años y medio vivirán una estrecha colaboración en la amistad y en una gran transparencia mutua, garantes uno frente al otro de lo que decidieron construir juntos: una Sociedad para Africa.

En la iglesia del siglo XIX, Brésillac y Planque, no son sólo una feliz coincidencia, sino un muevo signo del Reino de Dios siempre en crecimiento, un encuentro de gracia que es en sí una promesa de eficacia.

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