3- FREE-TOWN (3)
Las últimas cartas que tenemos de Monseñor de Brésillac, dirigidas a Agustín, relatan su emoción intensa al tocar "ésta tierra, desolada en todos los sentidos de la palabra", donde desembarca sin querer escuchar al comandante del navío que desearía retener a los pasajeros a bordo, pues una epidemia de fiebre amarilla ataca a la región con una extraña violencia.
Fatigado, parece sin fuerzas, "aplastado, dice, por los innumerables obstáculos que entrevé". Algunos días más tarde informaría a Barnabo: "No nos engañemos, las dificultades serán enormes." (*1)
Y el panorama que esboza de la situación es oscuro. Pero para vencer la tristeza interior en la que se siente sumergido, "esa indescriptible tristeza" de la que habla al Padre Planque, Brésillac apela a su fe y a su confianza indefectible en la ayuda del Señor: "Por la gracia de Dios, superaré todo." (*2)
Todavía no sabe a la profundidad a la que llegarán su pena y su confusión durante las cinco semanas que le quedan de vida. Es difícil imaginar lo que ha sufrido, atormentado por la fiebre, doloroso sentimiento de su misión quebrantada y el espectáculo de sus compañeros que mueren uno tras otro.
La aguda conciencia de su responsabilidad como jefe lo atormenta al no poder evitar la muerte del pequeño grupo de amigos y apóstoles que confiaron en él. Hasta siente frialdad por parte de Roma hacia él, tan angustiosa e incomprensible, que le hace sufrir y se queja de ello al Cardenal Prefecto. Pero el testimonio de simpatía que hubiese necesitado en su cruel soledad no le llegará. Es quizás uno de los aspectos más perturbadores de esa triste agonía, la actitud de Roma y su silencio inexplicable, como una reprobación no merecida. esos sufrimientos del corazón y del espíritu, más penosos aún que la pérdida de sus tres compañeros y que los primeros síntomas del mal, tuvieron como confidente respetuoso pero impotente a un teniente de navío, el Señor Vallon, cuyo barco había amarrado en Sierra Leona, a causa de la tempestad. Hubiese deseado llevar los enfermos a Gorea, pero era demasiado tarde. Será él, quién relate al Padre Planque, con términos llenos de emoción, las últimas conversaciones que tuvo con Monseñor de Brésillac. (*3)
Así, en un abandono total, alcanzado "por un dolor inmenso, pero siempre adorando y bendiciendo el nombre de Dios", Monseñor Marion de Brésillac acaba su vida de luchas conservando hasta el final "la esperanza y la fe" (*4)
Una muerte muy dura, como la de la semilla de la que no queda nada cuando va a dar el ciento por uno.
En menos de cuatro semanas, cinco tumbas...Humanamente hablando, un terrible fracaso...
¿Podrá la Sociedad recuperarse de ese golpe despiadado?
*1- Carta de Mons- de Brésillac al Card. Barnabo, 25/5/1859 (archivos de la Propaganda Fide)
*2- Carta de Brésillac a Planque, 18/5/1859.
*3- Carta del Sr. Vallon, suboficial del barco en el aviso el "Dialmath", al Padre Planque, 14/11/1859.
*4- Ultimas palabras de Monseñor de Brésillac, reportadas por el Sr. Bréamond, único testigo ocular de su muerte. cf. Le Gallen, pag. 596 y ss.
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