Parece que durante la vida de Agustín Planque, la fundación de las Hermanas está en el umbral de una nueva etapa que se anuncia a la vez, fecunda y animada.
Los años que siguen lo llevan de un solo impulso, al término de su presencia efectiva al frente de las misiones, y estarán plenos de realizaciones.
Señalan el tiempo de una gran expansión. Nuevos territorios son confiados a las Misiones Africanas y poco a poco llegan al interior.
Pronto tendrán sus propios Vicariatos Apostólicos.
El Instituto de las Hermanas a comenzado su camino, el de los Padres, se amplía, con capacidad de alcanzar su madurez...pero también habrá años tumultuosos, frustrados por tormentas y serias crisis, unas internas a la Sociedad, a veces violentas, rebeliones de hijos contra la autoridad del Padre, inevitables como las turbaciones causadas por el crecimiento.
Otras sobrevendrán como consecuencia de conmociones políticas, socio-religiosas o coloniales, originadas en los Estados que, a fines del siglo, buscan equilibrar sus fuerzas y sus poderes.
Así, los dos Institutos que el Padre está aún solo para conducir, avanzan cada uno a su ritmo.
A menudo difícil, su marcha sin embargo, no dismunuye.
Estando al frente, se detiene a veces, agotado, él también, pero es para tomar aliento, hasta que llegue el momento en que pasará el cargo a otro para las etapas por venir.
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