1- La Costa de Oro (2).
Llegando de Santa Helena, los Padres Moreau y Murat, desembarcaron en Elmina en mayo de 1880, traídos por una nave militar inglesa, el Dwarf.
Son los primeros trasladados de la misión de El Cabo, donde el paso de poderes se demora. Los Misioneros del Espíritu Santo, muestran decididamente, tan poco apuro en aceptar ir al Cabo, como el que pusieron para retirarse de Cimbébasie (1).
Desearían volver atrás, e incluso si Roma rechaza todo nuevo arreglo, puede suceder que los misioneros de la Sociedad retenidos en Africa del Sur, terminen por no llegar a Elmina.
Los dos Padres se sorprenden al encontrar en las casas y las chozas, que comienzan a visitar, muchas huellas cristianas y hasta católicas, vestigios que testimonian un verdadero culto, imágenes, pilas de agua bendita, celebraciones de santos, la de San Antonio en particular, cuya estatua milagrosa es muy venerada. Nada de sorprendente en eso: durante cuatro siglos, el país escuchó hablar de Cristo a los ocupantes sucesivos que lo dominaron y cuya mayoría era cristiana.
Debemos decir que, rica en minas de oro, esa parte de la costa sólo podía atraer movimiento de navegantes, vendedores, exploradores, sin contar a los negreros y traficantes de toda clase.
En primer lugar, como siempre, vinieron los portugueses que, apenas instalados en Elmina, construyeron un castillo fortificado anexándole una capilla. Muy católicos, ellos mismos quieren que todos comprendan que al establecer sobre la costa su base comercial, tendrán también en cuenta la evangelización de los habitantes del lugar. Incluso se constituyó una diócesis en Santo Tomé, cuyos curas visitaron alguna vez Dahomey, mucho antes de la venida de la Sociedad de Lyon. Y se sabe que esa pretendida jurisdicción, ejercida por uno de esos curas en Widah, no dejó de causar problemas a los Padres de la misión.
En el siglo XVII, los holandeses llegan y barren lo que queda de los primeros ocupantes. Algunos Capuchinos, llegados de Francia e impresionados por la ignorancia de los cristianos y por la fragilidad de las conversiones, habían comenzado a remediarla con una enseñanza más seria, pero también deben partir para ceder el lugar a los Calvinistas (2).
Al fin hacia 1860, les toca a los británicos desalojar a los holandeses, por acuerdos concluídos entre ellos para cambiar sus zonas de influencia.
Llegando de Santa Helena, los Padres Moreau y Murat, desembarcaron en Elmina en mayo de 1880, traídos por una nave militar inglesa, el Dwarf.
Son los primeros trasladados de la misión de El Cabo, donde el paso de poderes se demora. Los Misioneros del Espíritu Santo, muestran decididamente, tan poco apuro en aceptar ir al Cabo, como el que pusieron para retirarse de Cimbébasie (1).
Desearían volver atrás, e incluso si Roma rechaza todo nuevo arreglo, puede suceder que los misioneros de la Sociedad retenidos en Africa del Sur, terminen por no llegar a Elmina.
Los dos Padres se sorprenden al encontrar en las casas y las chozas, que comienzan a visitar, muchas huellas cristianas y hasta católicas, vestigios que testimonian un verdadero culto, imágenes, pilas de agua bendita, celebraciones de santos, la de San Antonio en particular, cuya estatua milagrosa es muy venerada. Nada de sorprendente en eso: durante cuatro siglos, el país escuchó hablar de Cristo a los ocupantes sucesivos que lo dominaron y cuya mayoría era cristiana.
Debemos decir que, rica en minas de oro, esa parte de la costa sólo podía atraer movimiento de navegantes, vendedores, exploradores, sin contar a los negreros y traficantes de toda clase.
En primer lugar, como siempre, vinieron los portugueses que, apenas instalados en Elmina, construyeron un castillo fortificado anexándole una capilla. Muy católicos, ellos mismos quieren que todos comprendan que al establecer sobre la costa su base comercial, tendrán también en cuenta la evangelización de los habitantes del lugar. Incluso se constituyó una diócesis en Santo Tomé, cuyos curas visitaron alguna vez Dahomey, mucho antes de la venida de la Sociedad de Lyon. Y se sabe que esa pretendida jurisdicción, ejercida por uno de esos curas en Widah, no dejó de causar problemas a los Padres de la misión.
En el siglo XVII, los holandeses llegan y barren lo que queda de los primeros ocupantes. Algunos Capuchinos, llegados de Francia e impresionados por la ignorancia de los cristianos y por la fragilidad de las conversiones, habían comenzado a remediarla con una enseñanza más seria, pero también deben partir para ceder el lugar a los Calvinistas (2).
Al fin hacia 1860, les toca a los británicos desalojar a los holandeses, por acuerdos concluídos entre ellos para cambiar sus zonas de influencia.
- Ver Capítulo 7: La misión en El Cabo. http://padreagustinplanque.blogspot.com.ar/2015/06/capitulo-7-hacia-otra-africa-15.html
2. En esa época vinieron también misioneros protestantes de Bâle y ellos, con los calvinistas, hicieron un trabajo serio.
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